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miércoles, 6 de mayo de 2009

EL MAGISTERIO DEL ESPÍRITU EN LA IGLESIA


El magisterio del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia o congregación de creyentes, en general.


Por Alba Llanes.


"El Espíritu Santo opera a través de los dones y ministerios que él reparte entre los integrantes de la misma (Ver. Efesios 4:11-16; Romanos 12:4-9; 1 Corintios 12). Mediante la operación y actividad de los mismos, cada miembro es edificado, la Iglesia toda se edifica y el Reino de Dios es extendido.



"Existe una estrecha interrelación entre el accionar de los dones y ministerios dentro de la Iglesia y la Palabra de Dios ya que aquellos deben estar siempre regulados y en dependencia de ésta, que es el fundamento seguro y brújula orientadora pues es, que marca el objetivo real de ellos dentro de la Iglesia (2 Pedro 1:19) mediante ella que el Espíritu Santo de Dios establece las pautas de fe, doctrina y práctica de la Iglesia. Es por esto que el Juez Supremo en toda controversia de fe y doctrina es el Espíritu Santo de Dios, quien a través de la propia Palabra arroja luz sobre diferentes cuestiones e ilumina a los creyentes para comprender aquellas cosas que son de difícil comprensión.


"Debemos insistir en el hecho de que el Espíritu Santo actúa en medio y a través de personas nacidas de nuevo, regeneradas, en las que habita el propio Espíritu de Dios. Personas con una naturaleza espiritual activada que son capaces de comprender “las cosas del Espíritu”. Estas personas son las que componen el Cuerpo místico de Cristo, la verdadera Iglesia, que no se aviene a llamarse con el nombre de una institución determinada de carácter humano. Es el conjunto de estas personas, en las que el Espíritu habita y que ilumina y que la aceptación de dones y ministerios, llega a comprender la verdad de Dios. (Ver Hechos 15).


"De hecho, la Biblia señala variadas cosas en que se observa la actividad coordinada del Espíritu Santo y los creyentes en el acto de descubrir la verdad de Dios referente a doctrinas y práctica. Por esta razón, la primera y principal regla de interpretación bíblica que señala que se debe escudriñar la misma Biblia para determinar la veracidad de la doctrina. Esta regla fue observada por el propio pueblo de Israel. Tal y como hemos escuchado, Dios dejó establecido en el A. T. la prueba del ministerio profético a fin de que los israelitas tuvieran una guía segura a la hora de establecer sus leyes y creencias. (Vea ) . Sabemos que en Israel se dirimían las cuestiones legales y doctrinales tomando como base la Palabra de Dios. El mismo Señor Jesús enseñó que los escribas y fariseos escudriñaban las Sagradas Escrituras para entender cuestiones relacionadas con la vida eterna. (Juan 5:46).


"En el N. T. observamos a los judíos de Berea escudriñando con toda solicitud las Escrituras, para constatar la verdad del Evangelio que se les anunciaba. (Hechos 17:11). El Apóstol Juan dejó una serie de instrucciones para que los propios creyentes detectaron la intromisión de espíritus de error dentro de ellos. (1 Juan 4:1-2)”.






El Espíritu Santo en la Evangelización


“Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” Hechos 1:8


“…pero si yo me voy, os lo enviaré (al Espíritu Santo) y cuando él venga convencerá al mundo de pecado de justicia y de juicio” Juan 16:8


El Espíritu Santo es el que hace posible la conversión del hombre pecado a Dios. Absolutamente nadie puede convertirse al evangelio sin la asistencia y operación del Espíritu en su vida.


1o. Él lleva la Palabra al corazón del hombre. La Palabra, cual semilla es sembrada por el hombre y el Espíritu Santo la hace germinar.


2o. El Espíritu Santo convence de pecado al pecador. El hombre no arrepentido se cree bueno y justo. Aún, aquellos que reconocen su pecado no están, por sí mismo, en capacidad para el “arrepentimiento según Dios”. El Espíritu Santo no solo convence, sino que da la suficiente gracia para que el hombre pueda arrepentirse.


3o. El Espíritu Santo pone en capacidad al creyente para predicar la palabra con poder. Fíjese que Jesús define claramente la finalidad del Bautismo del Espíritu: “Ser testigos” ante el mundo.


4o. La obra de evangelización dentro de las naciones paganas que nunca han escuchado el evangelio y nada de Jesucristo, son capaces de creer, porque es el Espíritu Santo, como el agua para el sediento, el que satisface la necesidad espiritual a través de la palabra predicada con poder.



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